Yo te dije que cuidaría, dios, te prometí que te cuidaría
y me acuerdo del momento exacto en el que te dije
que nunca me iría.
Que no te haría daño y que te protegería de todo lo que quisiera herirte.
Y no puedo evitar llorar porque escribía esto para declararnos a ambos unos mentirosos.
Y no puedo, no porque no lo seamos, sino porque no lo merecemos.
Dios sabe que las mentiras no se anulan con otra cosa que no sea la verdad,
pero creo que el dolor sería algo que las compensaría de buena manera.
Y si has sentido la mitad del dolor que me agobia cuando te pienso,
supongo que ambos estamos perdonados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario