Tengo flashes de cómo se siente tu cuerpo cuando dormimos en la misma cama. Cómo odio tu cama. Cómo extraño tu cuerpo.

Nunca dudé de que me quisieras, creo que desde que te conozco que ha sido una constante (sin importar nuestra etiqueta del día). La balanza se tenía que equilibrar de alguna manera, somos ese tipo de verdad universal.
Hoy, no dudo que me quieras, no creo que sepas parar de hacerlo (incluso cuando lo estás haciendo mal).

Quizás nos hemos estado esforzando en ser quiénes siempre creímos/quisimos ser. 

Y nos mentimos. Y no nos dejamos ver, no ahora, no cuando lo roto asusta, no cuando
los vidrios te pueden cortar.

No cuando ya no estamos empedernidos en sanar al otro porque no sabemos cómo sanarnos a nosotros mismos.